En ocasiones, el porvenir de la ciencia y, con ello, del mundo, se juega en el abismo que separa dos temperamentos. En este caso, el frío racionalismo de Mommsen, encumbrado en Berlin y la Academia Prusiana de las Ciencias, saldría airoso. Pero en la vida de las ideas, las genealogías truncas no equivalen a la muerte: la progenie electiva de Bachofen aún recorre Europa.