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El curso délfico

Lezama Lima

Licario le transmitió a Cemí un conocer que él llamaba curso deifico y Cemí lo conversó contigo, es decir, se hizo visible. Y eso es lo que yo te voy a enseñar y después te diré cómo podrás ver a tu madre. Licario tenía el convencimiento de un conocimiento oracular en el que cada libro fuera una revelación, con eso se evita el fárrago de lecturas innecesarias en que caen los adolescentes. El concepto romántico y erróneo de que del error de esas lecturas sobrantes tiene que ser superado por el que oye la palabra de los iniciados, de los que han sabido hacer su camino y comprendido el Eros estelar, el wu wei de los chinos. Cada libro debe ser como una forma de revelación, como el libro que descifra el secreto de una vida. La primera parte del curso délfico se llamará obertura palatal, tiene por finalidad encontrar y desarrollar el gusto de la persona. ¿Cuáles son los libros que dejan en nosotros una nemosine creadora, una memoria que esté siempre en acecho devolutivo?

—Mira—dijo Editabunda—, sígueme y verás algo de ese mundo que hace nuestra vida más levitante y más gravitante. Son las obras que yo he leído y que me han dado sabiduría, conocimiento inmediato, mitología y teología. Mira, si un hombre se ha pasado su larga vida leyendo las mejores obras, pero no ha leído El gran Meaulnes, La Eva futura, Al revés, Mono, su gusto vacila, como un gourmet que no hubiera probado la piña. Lo cogió de la mano y lo llevó a otra pieza de la casa, donde estaban tres estantes con unos dos mil libros. Las puertas no tenían cristales, eran de madera. Los abrió y le dijo a Fronesis: fíjate en el nombre de esos libros. Fronesis los reojo primero y vio que en el primer estante estaban Las mil y una noches y el último libro del tercer estante era el Timeo de Platón seguido de la Metafísica de Aristóteles.

—Cada uno de esos estantes comprende una parte de la sabiduría —dijo Editabunda—. La primera despierta el paladar de curiosidad por aquello que cada cual tiene que hacer suyo, estableciendo entre él y el curso una continuidad inagotable. Tienes que venir días sucesivos y reconocer el nombre de esos libros que actúan como regidos por la gracia. El segundo estante comprende lo que yo llamo el horno transmutativo, el estómago del conocimiento, que va desde el gusto al humus, lo que los taoístas llamaban la transmigración pitagórica con burla de los budistas, a la materia signata de que hablaban los escolásticos, a la materia que quiere ser creadora. Se comprueba que la materia asimilada es germinativa y la semilla asciende hasta la flor o el fruto. La tercera parte que trata del espacio tiempo, con lejanas raíces en las bromas lógicas de los megáricos o en el mundo aporético o eleático. Adquirir un espacio donde el hombre convierte en un cristal pineal su circunstancia, el espacio exterior e interior, como si toda interrupción o ruptura de la comunicación se rompiese para vivir nuestro verdadero enigma. Se burla también del tiempo, pues acerca la vida a la muerte y la muerte en la vida,gravita el cielo hasta la tierra y levita la tierra hasta el cielo.

Fronesis recorría una y otra vez los tres estantes. El nombre de los libros se ahumaba, se perdía como si una nube pasase por delante de ellos. Luego se clareaban con la sensación de la mañana del despertar, como si la caminata entre la oscuridad y la evidencia torrencial de la vigilia desapareciese.

—Esa tercera etapa —volvió a decirle—, el paso del horno transmutativo al tiempo aporético se precisa por aquello que ya tú le oíste a Cemí, de que al chocar con pasión de súbito dos cosas, personas o animales, engendran un tercer desconocido. Recuerdas aquello de que al copular el gato y la marta no engendran una marta de ojos fosforescentes, ni un gato de piel estrellada, sino que engendraban el gato volante.

Hasta ese momento tendrás que permanecer en la etapa que los pitagóricos llamaban del AKOUSTIKOI, en ese tiempo que los discípulos tienen que permanecer tan sólo como oyentes, la perfección de su silencio revelará su calidad. La perfección de ese silencio hace que vaya naciendo la perfección de ese disciplinante y su mayor acercamiento al iniciado le va otorgando un sentido.

Fronesis pudo observar que la madera de los estantes era cubana, como aquella que le producía deleite a Arias Montano frente a la esfera armilar del Escorial. Tuvo entonces como la revelación de que la acumulación de esa sabiduría debía regresar a Cubanacán, al centro insular, a lo desconocido.

—Ya ves —le dijo Editabunda—, que no es la acumulación, sino de encontrar las esencias que nos entregan la sucesión de las generaciones y algo que se pone por encima de lo generacional para dar un salto, pues esos estantes se renuevan constantemente y hay grandes debates, como el que sostuvo Hortensio con Cicerón en el senado romano para decidir sobre la inclusión y la exclusión. Y hay libros que después de describir como la parábola de una ausencia mágica, vuelven a ocupar su lugar, estando todos ellos como dispuestos a volar e irse a regiones que no conocemos. Por ejemplo, cuando se prohíbe el Tao Te King, aparecen entonces más taoístas en Inglaterra. Esa búsqueda de la sabiduría nos acompaña hasta la muerte. La obertura palatal, el descubrimiento de los libros oraculares nos debería acompañar siempre. El Horno transmutativo nos revela que el paideuma de la creación está vivo en nosotros, que la escritura cae en nosotros, cada una de sus letras como peces que avanzan sin perturbar la masa líquida, pero que desconocen las distancias pues las traga antes de que ellas nos reten… Y la galería aporética o burlas del tiempo y el espacio, nos enseñan si en realidad merecemos la muerte como una suspensión para la resurrección.

Puedes venir varios días. Y siempre te daré una frase para que la medites junto con la memorización de los textos. Esa meditación te crea y te lleva al espacio gnóstico. Un día te daré la frase del oráculo de Delfos: “Lo bello es lo más justo, la salud lo mejor, obtener lo que se ama es la más dulce prenda para el corazón.” Y otro día te daré la frase de Holderlin: “Hemos nacido demasiado tarde para ser dioses y demasiado temprano para tener un ser.” Otro día meditarás en el verdadero sentido de la sentencia de Pascal: “La pereza es lo único…

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