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El alma nueva de las cosas viejas

Gabinete de Don Manuel Romero de Terreros en París

En el estanque añoso del jardín colonial
duerme el rumor ilustre del ensueño ancestral.
Alfonso Cravioto

Los antecedentes

Hasta donde alcanzo a ver, el colonialismo literario en México comienza con una orden del poder ejecutivo: en 1861, el presidente Benito Juárez encargó al periodista y escritor liberal Vicente Riva Palacio la publicación de los expedientes más sonados de la Inquisición. Durante esa convulsa década, Riva Palacio resguardó 70 volúmenes del archivo inquisitorial. El escritor juzgó que la mejor forma de abonar la causa liberal y magnificar el oprobio de la más española de todas las instituciones no era publicar una Colección de documentos para la historia de México, sino emplear los recursos de la literatura para dar nueva vida a los expedientes. Fue así que, durante los siguientes cinco años, Riva Palacio abrevó en el archivo inquisitorial en pos de materiales novelables.

Riva Palacio escribiría seis novelas —casi todas de tema virreinal— así como un buen número de relatos, publicados de forma independiente o incluidos en el Libro Rojo, escrito con Manuel Payno. Su uso de las fuentes históricas fue siempre creativo, y adoptó diversas formas según la naturaleza del material. Así, por ejemplo, Riva Palacio optaria por una abierta intertextualidad de la causa por judaizantes contra la familia Carvajal, en uno de los capítulos más dramáticos del Libro Rojo, pero utilizaría libremenente el mismo expediente como transfondo de la primera parte de Martín Garatuza, novela que postula la tesis delirante según la cual la nación mexicana procede de la unión ilegítima de una familia cripto-judia y el linaje de Cuahutémoc. En estos relatos y novelas por entregas, que adoptan a menudo la forma del melodrama y el relato folletinesco, Riva Palacio desarrolló un pensamiento histórico que, en diálogo con el Renan de Qu’est-ce qu’une nation?, desembocaría en el monumental segundo volumen de México a través de los siglos.

Así, la comisión juarista, que antecede a las Tradiciones de Ricardo Palma, es el detonante directo de esta literatura que hará fortuna a lo largo de un siglo. Al promediar el siglo XX, Octavio Paz, siguiendo la lección de José Luis Martínez, decretaría el olvido de esta literatura al escribir, en el Laberinto de la soledad, que la modernidad literaria de México solo podía fundarse en una literatura capaz de abordar sin ambages la zozobra revolucionaria y no en fugas complacientes al pasado.

Ya veremos si su juicio fue certero.

Un género en forma

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